“Ser concursero es ser deportista”,…
…como decía Alejandro De la Sota.
Pese a que la RAE no recoge la palabra “concursero”, es de sobra conocida y utilizada por aquellos que hacemos del concurso nuestra profesión en arquitectura. Seamos concursantes, competidores o participantes, lo importante del pensamiento de De la Sota es el vínculo tan sugerente entre esta manera de ejercer la arquitectura y los valores o conceptos propios del deporte.
Recordamos nuestra trayectoria como un entrenamiento intenso, a veces duro y sacrificado pero también placentero, ilusionante y vibrante. Más que nuestra profesión, concursar en arquitectura representa para nosotros una manera de vivir, una actitud vital. La larga lista de concursos concentrados en estos últimos años nos ha permitido ejercitar nuevos músculos, preparar diversas estrategias en equipo, ensayar de manera repetitiva diferentes golpes, entrenar y depurar la técnica, aprender de nuestras derrotas y también de alguna victoria.
Participar en concursos requiere preparar cada temporada, elegir bien los torneos y estudiar sus bases y reglamentos. Cada competición tiene sus tiempos, sus terrenos de juego, sus árbitros y jueces que combinados con la filosofía de juego del equipo, hacen de cada concurso una situación excepcional, una vivencia única. La perseverancia es esencial, aún cuando se compite sin sponsors y con toda la presión encima.
Para concursar hay que arriesgar, convencidos de la apuesta aunque el desenlace pocas veces acabe en podium y siempre actuando con “fairplay”, respetando al rival.
Es justamente este progreso en arquitectura nuestra mayor recompensa. Nuestra motivación básica es lograr hacer un buen trabajo por la simple satisfacción de conseguirlo, entendiendo que el camino que hemos elegido es en realidad una carrera de fondo con una meta cargada de incertidumbres.
Ganar es muy difícil pero antes hay que ponerse en forma y estamos convencidos de que esto es muy saludable para todo aquel que quiera ejercer como arquitecto.